lunes, 16 de abril de 2018

La República quiere salir de las piedras


A lo largo de toda mi militancia como comunista he tenido la suerte de encontrar por el camino a un montón de camaradas de los que aprender muchísimas cosas. Desde parte la historia de nuestro Partido a través de sus vivencias personales en la clandestinidad hasta maneras de gestionar políticamente situaciones complicadas. Este escrito está plagado de las enseñanzas del camarada del PCG y diputado por AGE Xabier Ron; enseñanzas que espero haber sabido asimilar para así ser capaz de honrar desde estas humildes líneas su figura política.

Recuerdo el día en el que estábamos preparando los actos del 14 de abril por parte de Esquerda Unida en Santiago de Compostela. Nos molestaba la idea de hacer siempre el mismo acto año tras año: ir al cementerio a depositar un ramo de flores y leer un manifiesto. Sin embargo esta vez decidimos hacer algo diferente. El acto iba a ser en el lugar donde se encontraba el campo de concentración de Lavacolla. Se trataba de un campo de concentración para republicanos que fueron condenados a trabajos forzados. Las pistas de aterrizaje del aeropuerto de Santiago se construyeron a base de mano de obra republicana esclava. Pensábamos que era buena idea porque prácticamente nadie sabía de la existencia de dicho campo de concentración. Es como si hubieran caído toneladas de tierra sobre la historia republicana. La historia de lo que pasó en ese campo de concentración se conoce gracias a los documentos gráficos de Casimiro Jabonero Iniesta, castellano manchego que acabó allí como castigo al pecado de ser rojo. Los suyos son casi los únicos documentos que existen acerca del campo de concentración, además de lo que cuenta la gente del lugar.  Víctor Santidrián los recuperó y editó en la obra que se titula "Diario del soldado republicano Casimiro Jabonero; campo de prisioneros de Lavacolla, prisión de Santiago de Compostela, 1939-1940". Era una buena oportunidad para salir de las lápidas y dar a conocer parte de la historia que sufrieron los republicanos, algo muy cercano en distancia pero a la vez muy lejano en memoria; tan lejano que ni éramos conscientes de que existió. 

¿Por qué nos empeñamos en seguir viviendo sobre las piedras? Cada 14 de abril los republicanos queremos celebrar juntos la proclamación de la II República española ese día de 1931. Aunque con sus errores y sus defectos, creo que podemos afirmar que la II República fue el periodo de tiempo en el que se demostró que España alcanzaba la madurez democrática.

Muchas fueron las conquistas sociales que quedaron plasmadas en la constitución de 1931. Derechos como el sufragio universal, el divorcio o la laicidad del Estado fueron solo tres ejemplos concretos de los muchos avances conseguidos. Estos avances no vinieron de la noche a la mañana sino que fueron fruto de un tejido social que los iba reclamando y construyendo poco a poco con su esfuerzo.

Fue gracias a los sindicatos, junto con el trabajo de los comunistas, por lo que la clase trabajadora fue creando y dando forma al Estado que ellos querían, construyendo así un bienestar social que se apoyaba y sustentaba en la defensa de lo público.  Es por ello por lo que durante la II República la educación y la sanidad públicas fueron tomadas como las piedras angulares del desarrollo social. 

Sin embargo, ese periodo de madurez democrática llegó a su fin tras la victoria del golpe de Estado dado por Franco. Las consecuencia de ese golpe fue una dictadura sanguinaria y revanchista que duró cuatro largas décadas. Se podría decir que incluso en nuestros días el fantasma del franquismo sobrevuela las instituciones y poderes públicos. Muchos fueron los crímenes contra la humanidad que se cometieron para eliminar lo que Franco llamó "el cáncer rojo".  Ya no solo crímenes de sangre, sino humillaciones, expropiaciones a punta de pistola, violaciones y vejaciones a mujeres, torturas en los calabozos y un larguísimo etcétera.

Son muchas las razones por las que el sentimiento republicano ha quedado enterrado y olvidado por la mayoría social. Por una parte tenemos la llamada "transición democrática" que tuvo lugar en nuestro país tras la muerte del dictador Franco en 1975 y hasta la constitución de 1978. Fue un proceso complicado en el que muchas fuerzas externas estaban luchando para establecer un determinado orden social a base de silenciar los sentimientos republicanos, los cuales habrían supuesto un cambio en el orden social. Esto quedó claro cuando en las elecciones de 1977 ningún partido republicano pudo presentarse a las mismas. Nos estaban haciendo trampa. En cambio, los que fueron actores principales durante la dictadura fascista a través de una puerta giratoria se convertían de repente en los padres de la democracia. Ese es el primer mensaje hegemónico contra el que debemos luchar. No, la democracia no nació en 1978: la II República española ya fue un estado democrático.

La constitución de 1978 dejaba prácticamente la exclusividad de la política en manos de los partidos. Es decir, ahora la ciudadanía expresaba sus deseos de cambio en la dirección del país a través del gesto de comprar una determinada marca electoral una vez cada cuatro años. De esta manera la ciudadanía perdía poder de decisión y acción: la política se había convertido en una mercancía más que se podía comprar, ya no era algo participativo.

Por eso el 14 de abril no debe ser solamente una efeméride. Es muy necesario que volvamos a plantear la batalla cultural para que la clase obrera sea consciente de los valores republicanos. No es fácil, porque el mensaje hegemónico es difícil de combatir. Más allá de que sea posible elegir a nuestro jefe de Estado, la República exige algo más: que la sociedad se implique en la toma de decisiones y sea capaz de decidir cómo quiere construir su país. Por lo tanto, la República es una condición necesaria, aunque no suficiente, para  la emancipación de la clase obrera.

Debemos de ser valientes y plantear una lucha sincera sin caer en la nostalgia ni en la esclavitud de la imagen. De nada sirve homenajear a la República con una foto de la tricolor por redes sociales. Esos gestos para la galería carecen de valor. Tampoco debemos convertir los ateneos, asociaciones y clubes republicanos en lugares donde la nostalgia flote en el ambiente, ni tampoco nos convirtamos en los guardianes de las esencias democráticas: que las piedras sobre las que nos reunimos sean los cimientos, pero no la casa en la que habitemos. Se lo debemos a las víctimas republicanas, tanto a las que viven como a las que murieron. No luchar por una sociedad de ciudadanos libres con libertad de decisión sería condenar a las víctimas a la derrota y al olvido otra vez más.

Vivamos la República todos y cada uno de nuestros días. La mejor lucha por la República se hace todos los días a través de pequeñas acciones políticas. Los poderes capitalistas son muy fuertes y precisamos de los valores republicanos para luchar contra ellos. Es el primer paso en el camino hacia la victoria de la clase obrera.

Jose Cuenca.-






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